Cuando es mejor dar paso y abrirse a lo nuevo
Me ha costado mucho hoy salir de la cama. Llevaba arrastrado cansancio de dos días, no porque hubiese dormido especialmente mal sino porque a veces me canso simplemente por la carga diaria. Mi día a día a veces tiene tanta actividad que a la noche, necesito espacios de quietud, de dejar que la cabeza no piense demasiado y a veces aprovecho para ver videos de cosas que me interesan (en plan banal) y que me distraen, me alivian un poco el peso ese que siento. La realidad es que luego estoy cansada y que necesito un reset.
Me he preparado mi café como cada día (me encanta esa sensación de café con leche matutino) para comenzar y no sé de qué manera la taza ha ido a parar al suelo, y se ha desparramado por el salón. Me he manchado un poco el pijama y al ver mi taza favorita rota (llevo con ella como 15 años) me ha venido a la cabeza Notre Dame. Ya, ya sé que comparar una mierda de taza con la catedral de Notre Dame es un poco venirme arriba pero estos días, leyendo tanta cosa sobre lo que ha generado ese desastre que en mi opinión es tristísimo, me sorprende todo lo que levanta de las alfombras una caída así.
Y sí, lo que me queda clarísimo es que ha impactado a muchas personas. A aquellas que lo ven como la caída de un símbolo, a aquellas que artísticamente les ha parecido un hecho insuperable, a aquellas que lo han asociado con el renacer de la conciencia, a aquellas que han contactado con el enfado y la rabia porque ya hayan aparecido donantes millonarios para su restauración, a aquellas que lamentan no se pueda recuperar la polifonía de la edificación y que musicalmente hayamos perdido un templo valioso, a las personas creyentes que probablemente hayan contactado con castigos divinos, a aquellas que nos parece una locura que no haya dispositivos de prevención para proteger la catedral, a aquellas que temen desaparezcan maravillas del mundo (aunque no estén catalogadas así), a aquellas que les duele que los símbolos de una ciudad se hayan derrumbado de esa manera. Y un sinfín de reacciones que solo me demuestran que para cada hecho concreto hay diversidad de criterios y la humanidad sigue sin poder aceptarse.
Cuando nos pasamos la vida cuestionando las decisiones de los demás, y opinamos con nuestro juicio (ojo, yo la primera), muchas veces veo y caigo en la cuenta del camino que llevamos transitado en cuanto a que seguimos creyendo que nuestro criterio es el mejor. Escribiendo esto ni yo misma sé si me explico porque me veo atrapada en millones de discursos propios de manera radical con tal de convencerme a mí misma de ideas o situaciones que siento son mejor de una manera que de otra. El sistema de creencias que tenemos a veces es así de confuso y nos atrapa en lo que hemos creído siempre o hemos empezado a creer sobre un tema u otro.
LIBERTAD PARA ELEGIR
Sería esa frase que remarcaría y me pondría en negritas por todas partes. Y con esto me refiero a que cada persona sabrá (o no) que es lo que sueña, desea, quiere y actúa para su vida. Aceptar que el cambio nos hace crecer y que no pasa nada tampoco si cambiamos de opinión. Eso también forma parte de nuestro camino de aprendizaje. Estoy segura que todas las personas hemos pasado por esas fases y lo que hace unos años o unos meses era de una manera, el tiempo ha hecho que cambiara de lugar, se reforzara o incluso desapareciera de nuestra creencia. Mantener esa perspectiva nos enriquece y permite también que podamos aceptar la diferencia.
No quiero decir con esto que pueda entender o coincidir con el resto del mundo pero sí me parece que teniendo en cuenta esto podemos ver, leer, aceptar la variedad de criterios y opiniones siempre y cuando, POR SUPUESTO, no estemos haciéndonos daño. Respetar no significa para mí que sigo hablando con esa persona que me genera malestar (aunque no lo pretenda), respetar es aceptar que puede pensar distinto a mí y que no hace falta sufrir por ello. Una profesora de Biodanza me dijo una vez que vivía a la Distancia necesaria para amar a una persona y fue un concepto que me impactó y valoré como una gran ley de vida. A veces es necesario tener esa distancia, para poder seguir queriendo, para no herirse y disfrutar de este tránsito por la vida.
Y con mi taza rota, doy paso pues a usar otra taza maravillosa que me regaló mi amiga Sara, hecha por ella porque abrirse a lo nuevo que está por llegar puede que implique un tiempo de dolor pero siempre trae sorpresas y nuevas experiencias.
Janet Rodríguez~En Violeta
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